sábado, 6 de noviembre de 2010

Las dos Españas.

Sí. Han vuelto las dos Españas. Las de siempre, las irrenconciliables, la que tiene y come y la desposeida que pasa hambre.
No es que hubieran desaparecido ni que el término, por caer en desuso, indicase su no existencia, sino que la brecha entre ambas se ha hecho aún más grande.
Por un lado tenemos a los que están sufriendo las consecuencias de esta crisis que ven claramente quién les ha llevado a esta situación y claman porque alguien les ayude y se legisle para que esto no vuelva a suceder.

Por desgracia, su voz casi no se oye. Se les trata como a marginados y solo cuentan con el apoyo solidario de algunos grupos de izquierda con representación minoritaria en la sociedad.

Por el otro, tenemos a una legión de estomagos agradecidos, aburguesados de años , que ven la situación desde un punto de vista tan insolidario y egoísta que dan ganas de vomitar. El origen de su discurso es claramente quevediano: * Ande yo caliente....".

Y parecen complacidos con la situación ya que no se ven afectados por ella. Se dedican a pavonearse y casi se alegran y culpabilizan a los que han caído en desgracia por haber querido acaparar más de lo que podían.

Es la venganza de la hormiga previsora contra la cigarra derrochadora.

Les da igual quienes son los culpables de todo esto y cuentan con toda la maquinaria de la derecha y los medios de comunicación apoyando sus insolidarias ideas pervirtiendo el orden de las cosas a su antojo.

Solo ven como solución a todo esto, restando renta y derechos a los trabajadores y adelgazar la administración añadiendo mas gente al saco de los desgraciados ya que sobran según ellos más de 3 millones de funcionarios.

Volvemos a razonamientos laborales del siglo XIX del tipo " estas son lentejas si quieres las tomas..." " esto ha sido así toda la vida y no cambiará nunca" etc.
Todo esto ha hecho que reine la impotencia y ésta va dando lentamente sus frutos. Miedo, inseguridad y odio a todo lo diferente.
El nacionalismo y la intolerancia van echando raíces en el corazón de una masa social cada vez más manejable e inerte como un guiñapo.
Si no nos movemos rápido como ciudadanos, más pronto que tarde, una de las dos españas nos ha dejar helado el corazón.

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